

Luego de acomodar en la primera fila del graderío la enorme tela, que debió someterse a "una mano de gato" a inicios de esta semana (pues se rompió durante el partido contra Argentina), el grupo de hinchas se ubicó en la zona baja de la general, sacó tambores, sombreros y pitos.
Pese a que la iniciativa de elaborar la bandera surgió de un grupo de aficionados de Liga de Quito hace algunos años, la Tricolor es un punto de encuentro para hinchas de todos los equipos.
Patricia Paredes es barcelonista, al igual que su padre y su hermana. Sin embargo, ellos se ubican siempre junto a la barra de la bandera, en donde confluyen además seguidores de El Nacional, Emelec y demás clubes ecuatorianos.
Poco después del mediodía, esa localidad estaba casi llena. La espera fue larga y el sol, inclemente. Sin embargo, los ánimos eran muy fuertes, sobre todo cuando, poco a poco, se extendía la enorme bandera y se iban descubriendo, primero, la franja amarilla, luego, la azul, y finalmente la roja, capturando a miles de hinchas en su interior.
Allí empezaron a sonar los tambores y segundos después el grito conjunto de miles de voces que coreaban "¡Vamos, ecuatorianos, que esta tarde llegamos al Mundial!". Paulina, una aficionada que llegó junto a su padre y su hermano menor, no podía esconder su emoción al verse cubierta por la enorme tricolor.
Igual alegría se pudo ver en el rostro de Martha Suárez, quien no dejó de aplaudir ni gritar con los puños en alto. Ella tiene 72 años, y su edad no fue impedimento para que llegue al Estadio con sus hijos y nietos ni para esperar seis horas el inicio del partido.
Y la pasión con la que vivió el partido fue igual a la del resto de hinchas, pero también lo fue la indignación. "¡Es una cochinada!", sentenció Martha luego del penal cobrado por el árbitro en favor de Uruguay en los últimos segundos de juego, y luego de desestimar una mano del equipo uruguayo en un ataque ecuatoriano. Ese sentir fue compartido por un grupo de jóvenes que se apostaron junto a ella en las gradas y que se llevaron las manos al rostro con pesar.
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